lunes, 31 de octubre de 2011

Breve comparación entre la ética de Immanuel Kant y la de John Stuart Mill

El presente escrito seguirá el siguiente orden: en primer lugar, haré una breve descripción acerca de la ética planteada tanto por Kant como por Mill; en segundo lugar, mencionaré un ejemplo que pueda servir para mostrar la aplicabilidad de cada postura y, partiendo de este ejemplo y de la descripción de las éticas en cuestión, señalaré algunos puntos fuertes y débiles en cada una de ellas.

1.  Breve descripción de la ética planteada por Kant y por Mill:

1.1. Kant (ética del deber)[1]: Se conoce también como ética deontológica (gr. δέον "debido" + λόγος "tratado").   Hace énfasis es en el origen de los actos/acciones y en el predominio de la intencionalidad.  La aspiración del deber moral es racional; en Kant encontramos una fundamentación para el uso moral de la razón práctica. 

Parte del siguiente principio: “Nada hay bueno en el mundo, si no es la buena voluntad”.  ¿Qué es la buena voluntad?  Kant responde: aquella que es libre autónoma.  ¿Cómo sabemos que existe? Detecto que soy bueno, cuando frente a la obligación, me comporto, no por temor, sino que lo hago autónomamente.  En otras palabras, esto es obrar de acuerdo al “deber ser”.  La razón me da la posibilidad de auto-legislarme (mi razón dictamina lo que está bien o mal), en el sentido del deber, la razón se autolegisla.  La buena voluntad es la que me da el criterio de lo bueno (lo ético).  El sentido del deber me debe dar a mí también la libertad para actuar éticamente.

Por medio de tres proposiciones Kant sustenta el principio de la buena voluntad.  1° Hacer el bien no por mis inclinaciones, sino por deber; 2° El valor moral de una acción reside no en el propósito que ha de alcanzarse, sino en la máxima según la cual se decide; 3° El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley (no es por la ley, sino por respeto a ella) ¿Cuál ley? La ley moral.

Este sentido del deber (deontológico) es absoluto y universal porque el acto moral que yo tengo que realizar se impone sobre cualquier otra consideración, es decir sobre cualquier otra motivación.  Además, tengo que tener cuidado que los demás no se lesionen.  El ser humano siempre es un fin, Kant apunta a que no tomemos a los seres humanos para nuestros propios fines. 

1.2. Mill (ética consecuencialista/utilitarista)[2]: Conocida también como ética teleológica (gr. τέλος “fin” + λόγος "tratado") A diferencia de Kant, el énfasis recae no en el origen de los actos, sino en el fin de los mismos; predomina la consecuencialidad no la intencionalidad.  Afirma que la moral no puede fundamentarse a priori, es decir, no puede fundarse en principios absolutos.  Critica de manera directa la ética deontológica de Kant, en la cual, no importan los fines, sino la intencionalidad del acto, independientemente de las consecuencias materiales del mismo.

La razón como principio a priori absoluto no nos fundamenta la moral, es necesario mirar los beneficios o no de las consecuencias de los actos.  Mill habla de placer en términos cualificables o de calidad y marca una diferencia entre lo deseado y lo deseable, entonces, en las acciones morales, los placeres tienen cualidad y no sólo cantidad.

Hay diferenciación entre lo deseable (universal) y lo deseado (particular) Lo deseable está relacionado con la felicidad.  Por eso Mill va a hacer referencia a un hedonismo ético universal, en donde yo creo que es lícito buscar el placer (felicidad), pero a partir de aquellas cosas que tienen valor para ser deseadas (hay cosas que puedo desear y me hacen daño, es decir, que no son correctas).  Para Kant sería lo que debo-querer, para el utilitarista es lo deseable, con el propósito que las consecuencias de esa acción sean universales.  Las características del utilitarismo es que es un hedonismo—ético-universal.  Porque se beneficia al mayor número de personas (a partir de la justificación de lo deseable).

¿Cómo se justifica aquello que es deseable?  Lo deseable es producto de la misma experiencia humana.  La historia natural de la vida humana nos demostraría que ciertas cosas son más deseables que otras.  Mill llama a eso los sentimientos de la sociedad[3] (P. 83)  Hay un naturalismo no de carácter metafísico, sino que mirando la totalidad de la experiencia humana, esto se puede inferir.

Mill parte de tres presupuestos básicos: a. Todo el mundo desea su felicidad (hedonismo sicológico), b. Es deseable que todo el mundo busque su felicidad, c. Es deseable que todo el mundo busque la felicidad de todo el mundo, también la mía propia (en este tercero está Mill, el hedonismo-ético-universal).

2.  Ejemplo: La guerra.  Este tema en nuestra sociedad colombiana es muy común.  Puede atenderse al mismo desde las dos opciones éticas mencionadas en el presente ensayo: la ética deontológica kantiana y la ética utilitarista de Mill.

Desde el punto de vista consecuencialista/utilitarista podría llegar a optarse por la guerra, incluso como algunos han llegado a afirmar, que la guerra es un mal necesario: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.  Pueden surgir preguntas tales como ¿Si los fines son justos, buenos y deseables, por qué no llevar a cabo la guerra? Las guerras entre las grandes potencias son puramente destructivas; pero las guerras que se llevan a cabo para liberar a los grupos oprimidos, especialmente en el Tercer Mundo, son necesarias, y por lo tanto, medios justos para destruir el dominio explotador que se alza entre la humanidad y su felicidad[4] (lo deseable).

Entonces, desde este punto de vista, es justificable que haya guerra, siempre y cuando los fines sean justos, buenos o loables.  En este caso lo que se entiende por justo, bueno o loable es la liberación de la opresión de los países del Tercer Mundo.  Tendríamos que entrar a definir lo bueno, lo justo y lo loable para poder concluir si en verdad es lo que se afirma en este caso.

Desde el punto de vista kantiano, se va a afirmar que es verdad que hay guerra (es decir, que existe, es) y esto se va a afirmar desde la descripción que se hace a partir del conocimiento científico (esto es lo que nos diría la razón teórica); pero el punto es que la razón práctica nos dice que no debe haber guerra (es decir, el deber ser, en este caso se presenta en forma negativa ese deber).  La moral nos dice que no debe haber guerra y esto, porque no hay que perpetuar ese estado natural.  Entonces, desde este punto de vista la moral nos aconseja a cambiar de ese ser, hacia el deber ser.

3.  Puntos fuertes y débiles: En el caso del utilitarismo puede caerse en la concepción maquiavélica la cual predica que el fin justifica los medios.  En términos de guerra, es difícil (imposible diría yo) pensar en que haya algún ganador.  No existe tal cosa como "guerra justa" o "consecuencias favorables" de la guerra.  Por esa razón, en cuanto a la finalidad o consecuencialidad de "X" acción, la pregunta es ¿qué determina lo bueno o lo mejor? ¿Con base en qué determinamos lo que es mejor para X grupo de personas? Algo loable de la ética consecuencialista es que busca beneficiar al mayor número de personas, pero en este caso, podría objetarse que se está beneficiando a un gran número de personas porque se está logrando su liberación, pero la pregunta es ¿a costa de qué?  Hay que tener tambien cuidado con la falacia de generalización que afirma que "la mayoría es lo mejor", la pregunta es ¿qué sucede con las minorías?... El utilitarismo plantea lo siguiente: "El mayor bien para el mayor número de personas al menor costo".  En términos prácticos (relativamente) puede servir, pero otra pregunta es ¿Es esto justo?...

Claro que debemos ser justos y afirmar que el utilitarismo ordena los actos humanos según su eficiencia considerando la relación entre los efectos deseados y los costos.  Creo, partiendo de esa afirmación, que el utilitarismo podría buscar una alternativa a la situación de opresión en la cual verdaderamente se beneficiara a un mayor número de personas, sin que esto degenere en detrimento de otras.

En cuanto a la ética kantiana se le critica su carácter idealista, ya que se afirma que la guerra es una realidad que no puede dejar de darse.  Claro, cuando se mira todo lo que está detrás de la guerra: intereses económicos, políticos, expansionistas, entre otros, difícilmente se puede pensar en que se deba terminar con esta realidad.  Sin embargo, es posible desear terminar con ese estado y procurar un estado mejor, por ejemplo, de bienestar.  Una crítica al pensamiento kantiano sería ¿qué hacemos en términos prácticos en situaciones concretas?  Precisamente muchas críticas al pensamiento deontológico provienen desde el utilitarismo, donde los principios absolutos (p.e. no debe haber guerra) que no hagan consideración de los beneficios que puede traer determinado curso de acción, no son el objeto de preocupación de ningún utilitarismo ni de ningún consecuencialismo.  Ellos no buscan principios leales o nobles a seguir, buscan soluciones.

Para terminar quisiera mencionar que tanto las éticas deontológicas como las teleológicas tienen elementos para rescatar y aplicar en diferentes situaciones.  Considero necesario encontrar puntos de contacto entre estas dos opciones, ya que tanto el punto de partida, es decir, la intencionalidad, como el punto de llegada, es decir, las consecuencias o fines son importantes en el momento de tomar decisiones éticas.












[1] KANT, Immanuel. Fundamentación de la Metafísica de las costumbres.  Traducción de Manuel García Morente. Edición digital basada en la 6ª ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1980.
[2] MILL, John Stuart.  El utilitarismo.  Madrid: Alianza, 1984.
[3] Ibíd., P. 83.
[4] MACINTYRE, Alasdair.  Tras la Virtud.  Barcelona: Editorial Crítica, p. 20.

martes, 27 de septiembre de 2011

DIFERENCIAS Y SIMILITUDES EN CUANTO AL EMBRIÓN DESDE EL PENSAMIENTO SECULAR Y TEOLÓGICO


Aunque el inicio de la vida humana no es común para todas las culturas, su protección sí es un principio ético y moral presente en cada una de ellas. No sólo en las leyes políticas sino en las religiosas, se evidencia un principio de protección al ser humano.

Sin embargo, aunque exista una tendencia a proteger la vida humana, no es claro cuándo esta vida inicia. De tal modo, es imposible establecer a partir de qué momento es necesario protegerla o cuándo es merecedora de consideraciones éticas y morales.

Por esto surgen preguntas como ¿es un ser humano el pre-embrión humano?[1]  El capítulo tres (The Moral Significance of Early Human Embryos in Secular Thought) va a tratar cinco puntos de vista acerca del significado moral de los embriones humanos tempranos en el pensamiento secular.  Los cinco puntos de vista son: 1. el punto de vista del tiempo de fertilización, 2. El punto de vista del día catorce o más días, 3. El punto de vista de la potencialidad, 4. El punto de vista de el grupo de células humanas y 5. El punto de vista de la persona.

Con relación al primer punto de vista (el tiempo de fertilización)[2], se argumenta que sin el huevo y el esperma no estaríamos aquí.  El huevo fertilizado es un organismo humano, es más que un grupo de células.  El significado moral que se da aquí es el mismo que se daría a un ser humano más desarrollado, ya que el cigoto ya es un ser humano como nosotros.

En cuanto al segundo punto de vista (el día catorce o más)[3], se argumenta que la entidad humana individual es posterior al día catorce desde la fecundación.  El tercer punto de vista[4] (de la potencialidad), dice que el embrión puede llegar a ser un ser humano desde el inicio de la fertilización.  Esta clase de potencial es el poseído por una entidad para llevar a cabo cambios sobre sí mismo.  El cuarto punto de vista (el grupo de células humanas)[5], argumenta que el embrión en sus primeros días no tiene tejidos ni células específicas diferenciadas, por eso no puede ser un organismo humano.  Es un tejido biológico más que una vida humana.  Finalmente, el quinto punto de vista (la persona)[6], argumenta desde lo que ellos mismos definen como persona (Peter Singer, como el vocero principal de esta opinión): un ser racional y auto-consciente.  Entonces, los recién nacidos no son personas, mucho menos lo serán los fetos y los embriones.

El capítulo cuatro (The Moral Significance of Early Human Embryos in Religious Thought), hace referencia al mismo tema, pero esta vez, enfocándolo desde el punto de vista religioso.  Afirma que dada la realidad de una sociedad pluralista como lo es la sociedad estadounidense, se hace necesario también prestar atención a lo afirmado por diferentes tradiciones religiosas, haciendo especial énfasis en el cristianismo, tanto protestante como católico.

Inicialmente cita unos pasajes bíblicos (Génesis 1:26; Jeremías 1:5; Salmos 139:13-16ª; Job 31:15; Éxodo 21:22-25) queriendo dar a entender con esto que la Biblia cristiana en alguna medida hacía referencia a este tema.  Obviamente, vale la pena mencionar que la Biblia no pretende en ningún momento explicar cuál es su punto de vista en cuanto a la concepción moral de los pre-embriones humanos. Es sabido que la Biblia no es un libro científico (aunque algunos cristianos y no cristianos así la quieran ver muchas veces), la biblia tiene unas características literarias, las cuales es necesario conocer antes de lanzarse a dar afirmaciones en cuanto a lo que se cree que ella afirma de la moralidad o no de los pre-embriones humanos.

Sin embargo, en este capítulo se relaciona la concepción que tenía Aristóteles en cuanto al embrión[7].  Según su estudio en animales, Aristóteles concluyó que la formación del embrión tenía lugar cuarenta días después de la fertilización en los machos y noventa días después de la fertilización en las hembras. Muchos teólogos clave en la tradición de la moral cristiana en occidente adoptaron su punto de vista en cuanto al embrión. 

Cita teólogos que aparentemente podrían estar de acuerdo con el punto de vista del día catorce o más.  Por ejemplo,  como Tertuliano quien escribió que el embrión se convertía en ser humano hasta que se desarrollara por completo.  Gregorio de Nisa afirmó que el embrión no formado “es otra cosa, menos un ser humano”.  Agustín de Hipona (teólogo de gran influencia en el pensamiento cristiano occidental), llegó a afirmar que aunque estaba mal destruir a un embrión no formado en su totalidad ya que esto frustraba los planes de la procreación, era aún más pecaminoso destruir a un embrión formado ya que esto sí se consideraba homicidio de un ser humano.

Sin embargo, no todos los teólogos de la tradición occidental estaban de acuerdo con este punto de vista, ya que afirmaban que el alma era infundida en el cuerpo en el mismo momento de la concepción.  Tal es el caso de Basilio el Grande[8] quien se rehusó a aceptar “las pequeñas distinciones” entre un embrión formado y uno en formación.  Claro que este punto de vista no fue muy aceptado.

En la edad media, Tomás de Aquino (otro teólogo de gran influencia en el pensamiento cristiano occidental), al igual que Agustín, rechazó la destrucción de embriones en formación, pero no tanto por la moralidad que poseyera el embrión en sí, o porque fuera un homicidio, sino porque esto atentaba contra el mandato dado por Dios de “procrear y poblar la tierra”.  Claro que teniendo esto en cuenta, este pensamiento estaría también en concordancia con el punto de vista de la potencialidad ya que se trataría del homicidio de un ser humano en potencia.

Con respecto al pensamiento en cuanto al embrión de los reformadores protestantes es poco lo que puede afirmarse, ya que ellos no se dedicaron a esto y la influencia de pensadores como Agustín y Tomás fue mayor en la iglesia católica.  Sin embargo, algunas cosas pueden notarse en algunos de sus escritos.  Por ejemplo, Felipe Melanchton, un seguidor de Lutero, mantuvo la idea de que el alma era infundida en el feto cuarenta días después de la fertilización y por lo tanto, los embriones tempranos no eran seres humanos vivos.

Martín Lutero tampoco se refirió de manera explícita al tema de la moralidad en un pre-embrión humano o en un feto.  Lo que sí dejó claro fue su rechazo en cuanto al tema del aborto, ya que esto lo consideraba como un homicidio.  Juan Calvino habló un poquito más al respecto; también estuvo en contra del aborto, afirmó que no era lo mismo el embrión temprano al feto, pero no aceptó la definición aristotélica, sino que aseveró que el alma era infundida desde el mismo momento de la concepción.[9]
En el cristianismo occidental ha habido cambios en cuanto a la concepción del embrión temprano.  De la mano con los desarrollos científicos, esto va afectando la manera de pensar.  Concepciones como por ejemplo la del homúnculo tuvieron mucha fuerza, hasta que fue desarrollándose más el microscopio y otros instrumentos que ayudaban a definir más esta cuestión.

Muchas son las expresiones de fe cristiana como para tratar de sintetizarlas en unas pocas páginas.  El autor sigue mencionando casos como el del Papa Pío IX quien declaró el dogma de la inmaculada concepción de María y cómo esto tuvo relación también con la concepción tanto del embrión como del feto.[10]

El autor hace mención de la Iglesia Ortodoxa Griega, la Convención Bautista del Sur de los Estados Unidos, un sector de la Iglesia Presbiteriana, la Iglesia Unida de Cristo.  Cada una de estas expresiones de fe, ha hecho declaraciones al respecto, de acuerdo a su conocimiento en relación con los embriones tempranos.  Y, puede verse los cambios que se van llevando a cabo de acuerdo a lo que la ciencia permita también conocer.

Para terminar, quisiéramos mencionar algo de nuestro punto de vista al respecto.  La vida biológica de cualquier ser vivo diploide, inicia en el momento en que el material genético de sus progenitores en sus gametos se unen en un zigoto y desencadenan una cascada de interacciones y cambios celulares que culminan en la formación de un nuevo ser, de la misma especie de sus padres. Este hecho biológico es cierto tanto para una planta, una bacteria, como para los seres humanos.  En ese orden de ideas una madre gorila no va a dar a luz un lobo ni un ser humano un pez. Las diferencias genotípicas de las diferentes especies, otorgan esta individualidad de especie que se define desde el momento mismo de la fecundación.

Basados en esta idea es lógico pensar que los seres humanos somos humanos desde el momento mismo de la formación del zigoto. Todos los zigotos, normales, de  una persona poseen 46 cromosomas, mientras que los de nuestros parientes animales genéticamente más parecidos poseen 48. Esta característica genotípica le otorga en consecuencia, al embrión humano, una característica propia de nuestra especie. Aunque se argumente que no todos los embriones llegarán a ser un humano “completo” (entendiendo como completo un desarrollo sistémico que le permita ser social, poseer voluntad y consciencia) y se hable de altos porcentajes de muerte embrionaria, ningún embrión producto de un zigoto formado por gametos humanos, dará como resultado un gorila, un árbol o una rana, debido a que los que sí logran completar su desarrollo, tienen un fin biológico: convertirse en seres humanos, aun cuando cualquiera de estos seres vivos presenten reproducción sexual, sean diploides, y su material genético esté conformado por los mismos tipos de moléculas.

Las ideas expuestas anteriormente, apoyan la existencia de una potencialidad en el embrión que debe ser respetada y considerada ética y moralmente. Es cierto que todos los seres humanos iniciamos nuestro desarrollo como un grupo de células indiferenciadas, carentes de una estructura pluricelular sistémica. Sin embargo, a partir de su interacción, su comunicación entre ellas y con su medio, se inicia la diferenciación y la aparición de las diferentes líneas germinales que darán origen a órganos humanos y no a hojas, alas o pico. Ese grupo de células indiferenciadas tienen un propósito, un propósito biológico, un fin: convertirse en un ser humano “completo”. Es importante anotar que las consideraciones éticas que merece un embrión, carente de sufrimiento y capacidad de sentir dolor, no son las mismas que las de un infante o un adulto que además posee ilusiones, cognición, conciencia, voluntad, entre otras.

En ese orden de ideas existe una gradualidad en cuanto a las consideraciones éticas se refiere. Es evidente que proteger la vida humana es más importante que proteger la de una bacteria en cualquier cultura. Proteger la vida pierde su universalidad cuando de seres humanos se refiere ¿Será éticamente correcto matar a alguien que se sabe ocasionara un terrible sufrimiento a muchos seres humanos? Otra pregunta relacionada seria ¿es éticamente correcto amenazar la vida de un embrión para salvar o mejorar la de otro ser humano completo?

Las consideraciones sobre si la experimentación en embriones humanos es ética o no son extensas y no pueden reducirse a reflexiones estrictamente religiosas o biológicas. Así como tampoco pueden ser fruto de una ética o una moral contundente. No todo puede ser blanco o negro, los matices, los puntos intermedios son tan válidos y pueden dar cuenta de un problema tan bien como los extremos.  Bien lo ha demostrado la historia del pensamiento occidental, que en buena medida podemos afirmar, ha sido bien influenciado por el cristianismo occidental; las percepciones cambian a medida que los hallazgos científicos aumentan.  Esto no quiere decir, sin embargo, que en asuntos de opinión se tenga siempre que recurrir a la ciencia para saber qué decir; sí quiere decir, que es necesario tenerla en cuenta, pero que tanto unos como otros (seculares y creyentes) tienen presupuestos al hacer diferentes afirmaciones concernientes a estos temas.


[1] COHEN, B. Cynthia.  Renewing the Stuff of Life: Stem Cells, Ethics and Public Policy.  Oxford: University Press, 2007.  P. 60.
[2] Ibíd., P. 61-64.
[3] Ibíd., P. 67-72.
[4] Ibíd., P. 73-75.
[5] Ibíd., P. 78-80.
[6] Ibíd., P. 81-82.
[7] Ibíd., P. 97.
[8] Ibíd., P. 98.
[9] Ibíd., P. 99.
[10] Ibíd., P. 101.